Milei es el hecho maldito de la burocracia argentina. Con sus fotocopias y a fuerza de puteadas sacó a muchos argentinos del sopor, justo en la cima del bull market argentino propiciando un nuevo movimiento de clase media que es débil en las urnas pero temible en los debates y letal en los mercados. En esta breve editorial hablaremos de Javier Milei, un anarquista de fotocopiadora, sabotaje y fueros.
Fotocopiadora. “Si tuviera que decir una sola palabra, diría fotocopiadora”, fue la frase que cerró un encuentro de empresarios con economistas del equipo de Macri en 2015. El orador era Miguel Ángel Broda. A su izquierda, Melconian y Espert lo miraban sorprendidos. El más veterano era el más combativo, tanto, que en algún momento aseveró que solo valía preguntarse si el ajusto sería ordenado, o a los golpes. La última pregunta de la tertulia no la había hecho un empresario, sino un miembro del equipo de Broda, quizás asociado al diseño del plan de shock, que se identificó como Javier Milei.
Fotocopiadora. El arma de todo anarquista. La difusión de ideas, la libertad clandestina, la resistencia a los opresores; fueron constituyendo la identidad de la imprenta como trinchera del individuo contra el estado. Los punks, en los 80”, promocionaban su cultura en pasquines y afiches fotocopiados. Agita. Es un anarquista como Severino Di Giovanni, que fue detenido en una imprenta y estaba asociado a Rodolfo Pacheco, director de La Antorcha y El Libertario.
Milei se dirige al mismo sujeto que todo anarquista en todas las épocas. Hablamos de los trabajadores calificados, industriosos y capaces que generan la riqueza en una sociedad que perdió la prosperidad bajo el gobierno de una clase improductiva. Académicamente hablando, el anarquismo se construye desde una contra lectura marginal, discontinua, táctica. Esto es así porque las universidades existen para construir el discurso que necesita la clase dominante para reforzar su “verdad histórica”, entonces el conocimiento se vuelve una materia teológica, que separa a la casta de la plebe. Los ácratas le duelen al sistema político como los gnósticos o los iconoclastas le dolían al vaticano.
La diferencia entre un hereje y un anarco es esencialmente tecnológica, el primero, que vivió en un mundo de claustros y de copistas, razonó “Dios, que está en todos lados, le brinde a su santidad las gracias que lo adornan, pero yo me guardo el diezmo, que es mi gracia”; el segundo nació en una imprenta, por eso es muy gracioso que lo acusen de plagio.
Sabotaje
Milei intentó jugar por adentro, pero el sueño de dinamitar el Banco Central se terminó antes de empezar, cuando Macri rechazó las propuestas de Broda en 2015 y adoptó el gradualismo keynesiano. Javier se dedicó al activismo austríaco. La teoría económica funcionó. El peluca marcó el techo del mercado con precisión técnica en diciembre de 2017. El evento de quiebre, señalado con total precisión el mismo día, fue aquella conferencia de prensa en la que Sturzenegger pasó de halcón a paloma. La campaña de sabotage al central comenzó inmediatamente.
Pero Javier Milei no solo adivinó la piña, prácticamente la causó. Sus invitaciones a boicotear el Banco Central calaron en la clase media. Su audacia fue tan grande que más de conductor televisivo sugirió en vivo que estaba cometiendo un delito. Voy a llegar a las elecciones forrado de verde, prometió. Qué irresponsable, dijeron los tecnócratas.
Javier Milei llegó a los laburantes. Les advirtió, que se agarren, que venía la piña. Ordenó a las víctimas de la opresión tributaria. Les demostró que el sistema inflacionario no se soluciona en las urnas. Desató el poder de los mercados.
La topografía del mercado es opaca, desigual, asimétrica; y la competencia está llena de deslealtades. Los modelos que hablan de individuos racionales tomando decisiones en igualdad de condiciones son eso, modelos. En la vida real la mayoría se mueve siguiendo en cardumen el liderazgo tecnocrático de los especialistas, que los dirigen siempre, inequívocamente, a la boca del tiburón. Pero el mercado sigue siendo la esencia misma de la verdadera democracia. Es que la gente vota un día, pero en ese territorio de guerra sublimada, de conflictos y concesiones que es el mercado, participa todo el tiempo. Por eso colapsó el modelo cultural kirchnerista, superpoblado de figuras que pregonan “Patria o Muerte”, votan Peso Nacional, pero invierten dólar Miami.
Zurdos, por todos lados zurdos, a todo el mundo, zurdo. Políticos, zurdos. Periodistas, zurdos. ¿Economistas? Todos zurdos. Y boom, detonación. Templeton, Pimco y otros grandes inversores afrontaron pérdidas de miles de millones de dólares. Ni siquiera la artillería del FMI cubrió su retirada. La bomba atómica de Prat-Gay, esta vez, no salió tan Hood-Robin como hubiera esperado Dujovne.
Y si, fue Milei, una sola persona con la capacidad de articular la teoría con la conducta del público, el que pudo explicar las cosas “a prueba de boludos”. Mientras otros economistas que hoy venden ajuste se colgaban del arco para sostener una tasa real y compuesta del 7% durante otro mandatito, la clase media (lo que queda de ella) salió a comprar dólares.
Gran parte del botín quedó en manos de un público nuevo, consciente, clarificado en sus objetivos y tácticas, comprometido a no invertir, a sacar cada dólar, a sabotear un sistema en el que 5 millones de trabajadores privados sostienen a 6 millones de empleados públicos y 15 millones de pasivos. Gracias a Milei, la clase media recuperó su conciencia y aprendió a usar el fruto de su trabajo como munición de combate contra una política que se niega a pagar el precio del ajuste.
Todo el sistema político fue sacudido por este anarquista que cada vez que habla se multiplica. La retórica kirchnerista de la bicicleta financiera se volvió insostenible y hasta los chicos, en las escuelas, cuestionan a sus docentes dirigiendo el problema hacia el gasto público. Por adaptación, el oficialismo se tuvo que abrir a posiciones moderadas y Massa recuperó centralidad. En el PRO se verificó un movimiento similar que los llevó a revisar el cajón de los recuerdos, en donde hallaron a López Murphy (antiguo culpable del delito de ajuste fiscal, en grado de tentativa), una figura ideal para evitar la pérdida de votos “por derecha”. Hoy, los Republicanos Unidos se han vuelto muy avezados atacando a los libertarios, en forma coordinada con Página12, ese diario que antes respondía a la agenda de un Horacio y hoy a la de otro Horacio. Pero en el fondo, los liberales PRO saben que, si no fuera por el ácrata, Larreta jamás los hubiera respaldado.
Convertido en ídolo por la gente, Javier Milei decidió volver al mundo de la política, del sushi con la tuya, del votame que te prometo. Desde la poltrona de Diputado no aspira a cambiar el estado, ni a generar cambios normativos, ni siquiera adhiere a la consigna pop de #deslegislar. El economista es más pragmático y va por el único poder que la constitución ofrece a los representantes del pueblo. Javier Milei busca fueros.
Se viene la argentina que paga la fiesta y la política intentará que la casi destruida clase media pague otra vez el costo del ajuste, lo que a esta altura dirigiría el país hacia una estructura social de dos clases. En ese escenario es indispensable que la clase media encuentre un representante legítimo de sus intereses ¿Será Milei? Su popularidad indica que sí. Sin embargo, el economista acumula varias amarillas porque sus opiniones son border delictivas para el sistema. En esa situación, la búsqueda de fueros no responde a la ambición de pertenecer a la casta, es mucho más profunda, casi un problema de supervivencia.